jueves, 29 de abril de 2010

Happy Birthday to me, happy birthday to me!

Hoy es mi cumpleaños. Y quisiera, como siempre, hacer algo especial para mí. Porque si uno no se celebra a sí mismo, ¿quién lo va a hacer?

Hoy cumplo 23 años. No me angustia tenerlos y sé que me va a costar algo de trabajo acostumbrarme, pero los voy a terminar amando y olvidarme de esas estupideces de “faltan 7 años para que cumplas 30” “23 y no trabajas, ni te has titulado ni te has casado” o el “¿qué vas a hacer de tu vida?”. Ya no tengo 22 años, tengo 23, no pasa nada.

¿Y saben qué? Amé tener 22. Amo estar en mis primeros 20 porque siento que puedo hacer tantas cosas y me la puedo pasar tan bien como pueda antes de casarme y tener hijos y noséquétanto. Ustedes dirán: adolescencia prologada. Yo digo: reclamo de mi derecho a divertirme.

He hecho este año algunas cosas que siempre quise hacer: mi entrada sobre los años 60, regresar a la playa, tomar fotos, conocer un arrecife de coral… Y no me siento en la cima del mundo pero me motiva pensar que no me he pasado el año en la vacuidad.

Hace algún tiempo discutía con un amigo el hecho de cumplir veintitantos o treintaytantos y descubrir que la vida de uno giró alrededor de tres cosas: la fiesta, el trabajo y correr todas las mañanas. ¿Y lo demás? ¿Los libros, los viajes, los cientos de aditivos a tu inteligencia? Es una vida asquerosamente gris esa que sólo se centre en las tres cosas antes mencionadas. Una vida vacía.

Yo no quiero algo así para mí. Y por eso me alegra el recibir en mi entorno gente que me ayuda a enriquecerme (porque en mi caso, mi vida vacía giraría en torno a la chamba, la fiesta, correr y el lujo. No me parece estimulante) y a la que puedo enriquecer con mi punto de vista. Más que vanidad, es para sentir que no he estado viviendo mi vida en automático.

Me da gusto saber que a los 23 años y después de que oficialmente salí de la escuela, sigo aprendiendo. Y disfruto el hecho de que durante toda la vida uno nunca deja de aprender. Cosas buenas como editar video y cosas malas como cuidarse de los examigos. Ser un color vibrante, lleno de movimiento y no algo tan gris como el concreto.

No les voy a mentir, las cosas han mejorado mucho desde que cumplí los 22: Mi blog tuvo un repunte, me hice de amigos muy queridos como Botica Pop, Guapóloga, Juan, Ángel, Bere, DCody y tantos otros… Me enamoré y me dejaron pero me quedo con lo interesante del asunto. Mi vida social mejoró mucho. Comencé a asistir a desfiles de moda como prensa… Todo de a poco. Y, por como van las cosas, creo que todo va a mejorar un poco más cuando cumpla 24.

Por supuesto, ambiciono otras cosas (entre ellas, conseguir una fuente de ingresos) y he tenido unos reveses medio feos en este año pro supongo que debo aprender de ellos. Quizá no me haría daño aprender a ver el vaso medio lleno y a ver un fracaso como una oportunidad. Yo nomás digo.

Ahorita no puedo evitar sentirme un poco solo por estas cosas del corazón y puede que no tenga una celebración opulenta por falta de recursos, pero ya me las arreglaré para divertirme. Siempre lo hago. Lo que me importa es que la gente que me quiere y se toma la molestia de leer este blog celebre conmigo.

Ah, sí, y como me encantan los regalos: Me voy a regalar unas de cosas. La primera: una foto de Angela Lindvall. Una de las mujeres más hermosas que jamás han pisado esta tierra.

Segunda: Una frase de Diana Vreeland. Ahora que estuve redactando un capítulo de mi tesis, encontré información que me confirmaba lo insuperable que fue la señora Vreeland. Una bomba de creatividad, personalidad y amor por la belleza. Y como siento una gran admiración por esas personas, pondré una de las frases más inteligente de una persona tan increíble:

The only real elegance is in the mind; if you've got that, the rest really comes from it.

Se las dejo de tarea.

Y como último regalo del blog, este track de Gorillaz que reclamo como mío a partir de este momento. No tengo los derechos pero se acopla bien conmigo. Y con eso basta.

 

Me iré a celebrar. Gracias por leerme y estar conmigo.

martes, 27 de abril de 2010

Hoy quisiera…

Ver “Alta Sociedad”, la última comedia protagonizada por Grace Kelly –mas Frank Sinatra y… LOUIS ARMSTRONG- y una película a la que le traigo muchas ganas pero no he conseguido (e agradecen links para encontrarla, DVDs con la peli y demás)

Aventarme esta colección completa en video:

(Comme des Garçons, otoño 2009)

Celebrar que llegó la primavera y salir a la calle con algo de este estilo:

(Missoni, primavera 2009)

Llenar mi armario de cosas folclóricas y primaverales como esto:

(mocasín del estilo Oeste estadounidense)

o esto:

(camisa de safari)

O algo parecido a esto:

(Esto lo encuentro fácilmente acá en México. Lo pensaré)

Re-obsesionarme con Prada y con su campaña de primavera:

Tomarme una copa de vino blanco.

Y hacerme uno que otro servicio en Profesionales de la Imagen

¿A ustedes qué se les antoja hacer?.

lunes, 26 de abril de 2010

Mi aportación sobre esta (absurda) polémica sobre el peso.

Lo que digo yo es: "Ni tanto que queme al santo..."

(Desfile de Hervé Leger)

"... ni tanto que no lo alumbre"

(Gabourey Sidibe)

Toda esta estupidez de las "tallas extra" carece de sentido, porque se están yendo a los extremos. No me malinterpreten: me encantan las personas delgadas pero las personas con "carnita" también me pueden parecer muy seductoras. Y para mí, el sobrepeso no es un pecado.

Lo que la industria parece no entender es que no se puede saltar de los 40 a los 80 kilos así de fácil y que eso no es inteligente. ¿Qué, las modelos con problemas alimenticios van a estar comiendo cacerolas de pasta para ganar peso? Evidentemente no.

La solución está alrededor de una palabra: SALUDABLE. Ahora bien,

Para mí, lo saludable en un cuerpo mesomorfo (me refiero al tipo de cuerpo con curvas definidas y tendencia a formar una figura de reloj de arena)  es...

Cindy Crawford.

Es un tipo de cuerpo que se logra con dieta y ejercicio (y se los dice alguien que come lo que sea y odia el ejercicio: con sólo bajarle al pan, caminar y tomar agua, el cuerpo empieza a responder solo. He dicho). Pero, teniendo dimensiones realistas, un cuerpo saludable para mí es el de la "gorda" Lara Stone, ahora tan de moda:

Tiene un aire de Brigitte Bardot y por eso me gusta más.

Es el cuerpo de alguien que no sufre privaciones y hace una hora diaria de bicicleta fija. No me digan que este estándar es irreal.

En un cuerpo ectomorfo (es decir, piel y huesos, como yo), un cuerpo saludable es como el de...

Angela Lindvall, una de las mujeres más hermosas que han pisado esta tierra. Entre menos maquillaje, más hermosa

Sí, es delgada y nunca a a tener curvas muy pronunciadas. Así nació, igual que Natalia Vodianova. Pero ninguna se ve demacrada. ¿Pueden ver los huesos del esternón? Yo no.

Y en un cuerpo endomorfo (es decir, personas de huesos anchos y con tendencia a engordar), mi idea de un cuerpo saludable es el de Sophie Dahl cuando se "descuida"

Pero como la fascinante Sophie tiende a jugar con su peso (sin irse a los extremos) pondré como ejemplo a alguien que es más estable: Crystal Renn, quien se ha vuelto un ícono con esto de las tallas grandes.

Queen Latifah me parece totalmente saludable y es una muestra de que la elegancia no está peleada con los kilos. La chica de Precious no es un buen ejemplo. Nadie cuestiona su talento, pero el zamparse una cubeta diaria de pollo frito es demasiado. Y asegura un infarto a los 30, diabetes y el colesterol por las nubes.

¿Saben cuál es el punto en común entre estos ejemplos de cuerpos saludables? La firmeza. Todas respetan su tipo de cuerpo pero tratan de mantenerse en forma. ¿O qué, creen que a las personas delgadas no se nos cuelga la piel?

Es sólo eso, no sólo un aspecto saludable sino un estilo saludable. Como en la era de las supermodelos. Porque ninguna de ellas tuvo problemas alimenticios, ¿o sí?

Por algo dicen que lo simple es lo más complicado...

viernes, 23 de abril de 2010

"¿Cómo dices que se llama? ¿Halston? ¿Qué es eso?"

Hoy hablaremos de una firma que está más que muerta en la escena del diseño de modas. Pero no tendría razón para estarlo. Si bien es cierto que el fundador está muerto, también lo es que eso no necesariamente corta con la vida de una casa. Dior no cerró cuando Christian murió, por ejemplo. O Gianfranco Ferre, sigue abierta y su fundador cumplirá tres años de muerto en unos meses.

Hablamos de Halston, una de las casas estadounidenses más exitosas de su tiempo. Se fundó a la par de Calvin Klein y Ralph Lauren... y miren nada más en qué monstruos corporativos se han convertido los dos. ¿Por qué Halston no, si su ropa es más bonita?

Roy Halston Frowick, uno de los diseñadores más carismáticos (y lo intuyo al ver sus fotos rodeado de gente y su actitud amable ante la cámara), nació en un pueblo olvidado de Dios en Estados Unidos y de buenas a primeras le estaba haciendo sombreros a Jackie O cuando era la reina del estilo en su país. El sombrero pillbox fue idea suya. Y en su tiempo fue tan famoso como Richard Nixon (pero menos odiado) y Andy Warhol.

Halston in the Olympic Tower

¿Alguien, además de algunos nostálgicos como El Hetero Costurero, Holly y yo recuerdan a Halston? A mí no me seducían sus propuestas. Nunca me tomé el tiempo de verlas y eso por la ropa con licencias tan malas como los pantalones de vestir de un poliéster que provoca náuseas. Halston me daba asco, les digo.

Pero luego me di a la tarea de ver qué estaba pasando con la casa y me enteré que ni con respiración de boca a boca la reviven. Ya contrataron a Rachel Zoe, ya Tamara Mellon (dueña de Halston junto con Harvey Weinstein, el productor de cine conocido como don Marchesa en estos rumbos) envolvió su cuerpo con vestidos de la casa, ya SJP recibió unos buenos dólares por usar Halston en Sex And The City y por "sugerir" estilos favorables... y nada.

Quizá lo que pueden hacer el vaciar todos los archivos de la casa y volver a confeccionar vestidos que el mismo Roy Halston diseñó... esperen un momento, eso ya sucedió y no dio resultado. ¿Qué pasa entonces? Hace apenas treinta años cualquier mujer lo suficientemente rica y elegante tenía un Halston colgado en su armario y ahora a nadie le da igual. ¿es que las concepciones halstonianas de glamour han cambiado?

No, no lo han hecho. Existe un mercado muy amplio que se vestiría de Halston otra vez si se lo pidieran. Piensen cuántas mujeres (u hombres porque él se vestía muy bien) se volverían locas por comprar vestidos de noche que parecieran pintados, prendas para la oficina con un toque de lujo y conjuntos sencillos, en colores vibrantes y en materiales discretos y que no necesitan un cuerpo imposiblemente perfecto para lucirlos.

Ah, sí, lo olvidaba: Halston vistió a su musa Pat Ast, una mujer de dimensiones colosales y mucho carácter. Me voy a saltar esa polémica actual con las mujeres de "tallas grandes" porque saben que esas dichosas tallas grandes (tanto "curvilíneas" como con sobrepeso) me parecen perfectamente normales, al menos en mi entorno y me gustan también las personas delgadas, por lo que no puedo aportar mucho al tema. Pero si quieren ver a Pat Ast en acción, vean este video y se darán cuenta que no les miento.

Bueno, sigamos con la historia de Halston: a finales de los 60 abre su casa de modas y ésta empieza a emocionar a las ricas y famosas alrededor de 1972. Y no sin razón: las prendas de Halston no tenían nada de extravagante y aún así no eran ordinarias. Formaban el cuerpo y daban una silueta larga y delgada y sobre todo, son total y absolutamente actuales. Ustedes pueden llevar un Halston vintage a... digamos, su graduación, y les dirán que tienen muy buen gusto.

Halston inmediatamente pegó en los 70. Estamos hablando de una época tranquila, falta de artificio en la ropa. La era disco estaba lejos aún de llegar y todo era colores neutrales, fibras sintéticas y cero complicación. Y entonces llega alguien que entra en sintonía con esos valores y crea ropa preciosa... imaginen el resultado.

Una preciosidad en jersey de seda: vintage Halston, 1977

El gran talento de Halston era envolver el cuerpo con drapeados y prendas de lo más simple. Pero por algo dicen que lo simple es lo más complicado, ¿no? Si alguien ha confeccionado prendas en alguna ocasión debe saber lo frustrante que es drapear. Yo nunca lo he hecho, pero como soy bien curioso, le pregunté a la señora que nos arregla la ropa cómo se hacían y me explicó.

Según esto se puede drapear en maniquí o directamente en la persona pero requiere de paciencia porque la tela se pliega a mano (sí, PLIEGUE POR PLIEGUE) y luego los drapeados no quedan igual. Cuando ya tienen los pliegues deseados, se cosen, pero se debe hacer con cuidado porque el drapeado se aplasta o puede quedar muy mal si tienen errores de cálculo. Ahora imaginen un vestido Halston totalmente drapeado.

Y otra cosa, las telas. Los vestidos y pantalones de Halston eran de seda, chifón y un jersey que fluye como líquido en el cuerpo. Los abrigos eran de cuero, Ultrasuede (un tipo de gamuza artificial que después de volvió algo vulgar) y de vez en cuando, pieles. Nada espectacular ni muy artificioso. Y esas prendas, libres de complicaciones, se adaptaban al modo de vida norteamericano. Citadino (y hasta provinciano, dependiendo de la región).

Ubicamos algunos a Halston como uno de los integrantes de la escena de fiestas en el Studio 54 y sesiones decadentes con Andy Warhol y sus amigos. Se integró a ellos por Bianca Jagger, Liza Minnelli, Marisa Berenson (que seguía siendo obscenamente hermosa en esos días), sus clientas y amigas. Ah, por cierto, ¿sabían que Anjelica Huston era musa de Halston? Sí. Esa mujer fascinante fue modelo de joven, y tanto Halston como el papá de Terry Richardson (y también un joven Manolo Blahnik) la adoraban.

El punto es que Halston se juntó con "los guays" y se divirtió tanto con ellos que yo, treintaytantos años después, siento algo de envidia por ellos en el Studio 54. Es un cliché describir las fiestas, la decadencia, la cocaína (algo que, evidentemente, no envidio) y demás, entonces me lo saltaré: Halston y "los guays" se la pasaron de superlujo juntos y bailaban las canciones de moda toda la noche.

Halston y Warhol: BFFs

Pero como saben, vivir toda la vida enfiestado tiene dos consecuencias graves: enjevecimiento prematuro y adicción a las sustancias. Como paréntesis, les diré que tengo 22 años y me gusta fiestear, pero tengo compañeros de mi edad que se ven treintones porque llevan como 500 fines de semana fiesteando sin interrupción. Y otros conocidos, mayores de 25, se ven como jóvenes viejos con tanta ojera y la piel tan apagada -de las drogas ni hablamos, no es espacio para ventanearlos-. Yo me sigo viendo como si tuviera 22 o 24 años.

Y Halston también envejeció y le entró a la coca con ilusión (así dice Quinqui, espero que me disculpe por el plagio), pero aún conservaba mucho éxito y atraía a personas como Elizabeth Taylor y una aburrida y enjoyada Grace Kelly. Y salía en Vogue y Harper's Bazaar tal como ahora sale Marc Jacobs. Se volvió irresponsable, y se le ocurrió algo que fue novedoso, le hinchó de billetes y terminó siendo su perdición.

Halston vendió licencias. Miles de ellas. Para perfumes (los cuales comenzaron siendo un éxito aplastante y difícil de superar), ropa para almacenes de clase media, ropa para hombre, pantaletas y paraguas. Fue una idea excelente y criticadísima como pocas pero esa masificación desvirtuó mucho a Halston y lo volvió algo corriente por el hecho de carecer absolutamente de control.

Un abrigo Halston en Ultrasuede. Versiones más baratas de éste aparecieron por todo el mundo vendiéndose como Halston… pero con licencia.

Miren: Dior e Yves Saint Laurent tienen aún licencias para ropa de hombre, al menos en México. Hasta ahora, otros fabricantes tienen el permiso de las marcas para crear productos con su nombre. Pero Dior vendió pocas licencias por un número limitado de tiempo y muchas de ellas expiraron desde los ochenta o noventa. Con YSL pasa lo mismo. Y en la década pasada ambas casas revivieron el interés por la división masculina y volvieron al lujo por la puerta grande. Por eso siguen manteniendo la reputación que tienen.

Halston y el ahora olvidadísimo Pierre Cardin hicieron lo opuesto: vendieron su nombre a todo el que se les puso enfrente. Aún ahora encontramos cinturones y paraguas Pierre Cardin, pantalones y calzones Halston, todos de una calidad mala y bastante prescindibles. Y una firma ahogada en licencias espanta al público clave. Las señoras ricas se olvidaron de ellos y se fueron con otros. Y miren que vender el nombre propio deja dinero, porque ahora Pierre Cardin es un respetable ancianito fabulosamente rico que diseña de vez en cuando por mero placer.

Halston inhaló todo el dinero que ganó licenciando su marca a diestra y siniestra. Y aquí la historia se torna familiar (Boogie Nights, anybody?): Halston toca fondo y lo echan de su propia compañía en 1984, cuando ya estaba algo eclipsado. Por problemas legales le prohíben usar su nombre para diseñar y se tira a la perdición. En menos de seis años estaba muerto.

Halston en sus buenos tiempos. Noten cómo el Studio 54 era aún un suceso lejano y sus diseños eran sencillos pero muy especiales y algunos de ellos se pueden usar hoy.

Con eso de que la década pasada fue la era del vintage, un grupo de inversionistas tuvo a bien revivir Halston. Harvey Weinstein, don Marchesa (está casado con Georgina Chapman y le dio dinero y estrellas para lucir sus vestidos), soltó los billetes y le pidió a Tamara Mellon, famosa por ser la dueña de Jimmy Choo (y según la historia oficial, echar a patadas al señor Choo para quedarse con la compañía), que la dirigiera.

Tamara Mellon, esa mujer de cerebro activo, senos perfectos y actitud algo brujística, creyó hacer el negocio de su vida al dirigir Halston. Con poner a una estilista influyente y a algún diseñador regular (Marco Zanini, un italiano que no tenía ni idea de lo que era Halston) la convertiría en un objeto del deseo colectivo.

Grave error. No sólo nadie se interesó en Halston sino que Zanini diseñaba espantosamente. Todas sus prendas hacían (y eso no lo digo yo, lo dice un amigo) que una mujer que viera anchísima.con sus rayas enormes a la altura del abdomen y demás errores. Tamara echó a taconazos (por supuesto, Jimmy Choo) a Zoe y Zanini.

click to zoom

Un regreso poco probable, por como van las cosas.

Y, por más Carrie Bradshaw que se contrate, Halston no repunta. Creo que las licencias le hicieron un daño terrible y no sé si eso se pueda revertir. Quizá si contratan a alguien que todos quieran y se especialice en diseños simples (sólo se me ocurre Francisco Costa pero no creo que sea buena idea). Pero después de todo algo se puede hacer por una casa como Halston, ¿no?

miércoles, 21 de abril de 2010

Viviendo en el semilujo

 

No sé si a ustedes, bloggers, les ha pasado que tienen una entrada difícil de postear. No porque sea polémica o algo así, sino porque se juntan cosas para impedirlo.

Eso me pasó ayer y hoy con el post. La cosa se puso fea porque acá en casa creen que al bloggear me la paso jugando y blablablá… para qué les cuento. Mejor redactaré la entrada lo mejor que pueda y ustedes la leerán y comentarán. ¿Les parece?

No sé por dónde empezar. Bueno, sí. Es una entrada difícil de redactar en sí porque vengo llegando de una situación diferente a la que plantearé: me fui unos días a la selva, una práctica de fotografía. El café de Veracruz, un lujo para muchos, era cosa corriente ahí.

El lujo en la región era tener un equipo de aire acondicionado, una alberca, helados. Y para mí, que iba junto con cincuentaytantas personas y cargando sendas barras de semillas, el lujo radicaba en un huevo con jamón (aún no he cumplido ese antojo, jeje), estirar las piernas o quince minutos de soledad -así que valórenla-. Y los que llevan un tiempo leyéndome saben que, ahora que acabé la escuela y prácticamente no recibo dinero, una experiencia tan enriquecedora como esa, un curso de fotografía, tener las mañanas y tardes libres, sean un lujo para mí.

Bien. Antes de irme estuve leyendo un libro que se dedicaba íntegramente al estudio del lujo y me quedé pensando. Entonces haremos unas breves reflexiones sobre el lujo. En el libro mencionaban que el lujo no sólo radica en la acumulación de bienes sino en las actitudes, mensajes y muchas otras conductas que han cambiado a lo largo de los siglos (el libro, por cierto, se llama El Lujo Eterno, de Gilles Lipovetsky y Elyette Roux).

Por su parte, Coco Chanel decía que el lujo es la ausencia de vulgaridad. Yo digo que son caprichos que uno se puede dar. Sin ellos, nuestra vida puede seguir siendo ordinaria. Con ellos, nuestra vida se enriquece de experiencias, texturas y sabores.

El lujo es subjetivo. Depende del dinero y también de la visión que uno tiene del mundo. Les digo, en la selva era un lujo acceder a un equipo de aire acondicionado, pero para alguien estresado y harto de la gente en la ciudad es un privilegio tener una casa espaciosa en un espacio tranquilo, como lo eran los pueblos de la región.

El lujo está en todos lados y se transforma como la materia. Por eso, el boberías como fumar habanos y beber Hennessy es un cliché para mucha gente que ambiciona… digamos, una tele de plasma.

El lujo básicamente viene de pensar ¿Qué me es difícil conseguir en mi entorno? Y ¿Qué me llenaría de placer en este momento? Combinen las dos y tendrán una larga lista de lujos.

Por ejemplo, las fiestas no son un lujo para alguien “bien posicionado en sociedad” (horrible término, ¿no?) porque es parte de su cotidianeidad y pierden el factor sorpresa. Pero tener un fin de semana tranquilo es, definitivamente un privilegio.

Ya saben que, como raza humana, nunca podemos tener suficiente. Y el lujo forma parte de este ciclo. Pero piensen, si el lujo y esas “frivolidades” no existieran, ¿dónde estaríamos ahora? Porque hasta los pueblos más primitivos tienen artículos de lujo. Obviamente no son zapatos Prada, pero son cosas raras y con un valor simbólico que no comprendemos del todo. De ahí su subjetividad.

En el libro mencionan el concepto “semilujo”, es decir, en una situación en la que el consumidor puede comprarse algunos artículos de las marcas del lujo y pueda seguir viviendo.

Muchos bloggers vivimos en el semilujo. Es decir, soñamos con cosas como un 2.55 y sacrificamos cosas para comprar un barniz Dior. Contados son los que se van de compras a París.

(Este barniz quizá se convierta en mi regalo para el Día de las Madres. Depende cómo se porte la señora en cuestión)

¿Y saben qué? Está bien que vivamos en el semilujo. Dichos artículos son un aliciente y el consentirnos con ellos es una motivación para vivir. Y el anhelarlos también lo es.

Hace unos cinco o seis años, cuando me estaba iniciando en estos temas, ambicionaba cosas como perfumes Dior y zapatos Ferragamo. El trasfondo de ellos (fabricación artesanal, esencias utilizadas, materiales, colores y apariencia) me venían importando un cacahuate. Yo quería cualquier cosa cara y vistosa. Ya saben, deseaba ser ostentoso. Y sí, el universo Inditex entraba dentro de mi lista de ostentación.

Ya después puse las cosas en perspectiva y me ubiqué en el lugar que estaba. Seleccioné algunos lujos (como el comer fuera) para consumo frecuente y otros tantos como metas a corto y largo plazo. Muchos de ellos se volvieron cotidianos y otros se volvieron planes.

Sinceramente, no fue hasta que entendí la finalidad de un arte como la Alta Costura que comencé a entender el papel del lujo en nuestras vidas. Como paréntesis, el que te hagan una prenda a la medida para usarla en un estreno puede ser lujoso, pero tener un closet lleno de esas prendas a la medida lo supera.

Por cierto, algunos otros bloggers son como era yo hace algunos años: viven una vida ordinaria pero no tienen bien calibrados sus estándares y para ellos, una mujer que no usa Chanel, Dior y Louis Vuitton es una gata. No es necesario señalarlos con el dedo y más bien, no merecen la importancia.

Me pregunto yo ¿le dirían “gata” a una mujer vestida de Akris? Digo, no es algo que sea muy conocido pero justamente ahí radica parte del lujo: su exclusividad. Además de una calidad excepcional.

Para evitar caer en el error, deberían conocer los componentes de una prenda. Y generalizar sus visiones del lujo. La marca viene al final, chicos, y es valiosa porque cada firma suele tener un proceso determinado de confección y las ideas de cada diseñador quedan interpretadas por las costureras. Chequen para más información la entrada que hizo Sebastián para mi aniversario. O si no, no les haría nada mal ir a una boutique de verdadero lujo y tocar los materiales, o a un taller de costureras cuando borden un vestido de novia, por ejemplo. Quizá así su prejuicio y su rudeza se esfumarían.

Digamos que el acercarnos al lujo y entender su función nos ayuda a ambicionarlo, pero también a valorarlo cuando lo tenemos. Me siguen gustando los zapatos Ferragamo, pero quiero un par porque son bonitos, de pieles muy bien tratadas y están fabricados a mano. Son básicamente artesanías.

chanel_iman_dior_couture08.jpg image by studflower

El lujo es algo tan importante en nuestras vidas que tiene un sector especializado (una industria que sacó a países como Francia de la ruina en los 20 y los 50) y la gente come de fabricar artículos artesanalmente. Y personas como nosotros pasamos el tiempo escribiendo sobre una industria, algo que nos gusta, ambicionamos y llegaremos a tener.

Ya voy a acabar esto, porque les dije que iba a ser breve y me pasé un poquito, como siempre. ¿Vieron An Education? A mí me gustaría ser como David, el protagonista de la película: más que dar la apariencia de riqueza y despreocupación, encaminar mis sentidos al disfrute de imágenes, conceptos y sensaciones. Ser un bon vivant. Si uno entiende el lujo de esa forma, no puede ser una persona vacía.

lunes, 12 de abril de 2010

Inocencia y Juventud

Ustedes saben que tuve unos desfiles favoritos de primavera. Pero saben también que algunos deben macerarse para que me gusten. No es una novedad, por ejemplo, que los desfiles de Balenciaga me terminen agradando después de un par de meses en los que digiero las formas y las ideas.

Se supone que una colección es un discurso, un mensaje bien configurado que se expresa con una gran combinación de factores. Un buen diseñador comunica hasta con una pestaña sin maquillar. No les debe sorprender entonces que me refiera a Miu Miu como una de las colecciones que más me ha fascinado de la temporada entera.

Miuccia Prada no deja de sorprenderme. Hoy por hoy es una de las diseñadoras que crea colecciones con una gran profundidad conceptual. No se limita con evocar o proponer universos alternos, responde a preguntas concretas.

La pregunta para Miu Miu fue “Innocence and youth. What do they mean today in a world that’s so the opposite?”. ¿Realmente se puede contestar a esa pregunta con una colección? Se puede hacer un libro entero sobre el tema. Es más, se puede hacer una tesis –de licenciatura o posgrado- sobre la pregunta y las respuestas de Miuccia en otras colecciones y compararla con la opinión de filósofos y científicos sociales (les cedo el tema, pero no olviden darme crédito si se avientan una tesis como esa, ¿eh?). Pero parece complicado responder con una colección de unas cuantas piezas.

Podemos empezar a analizar las respuestas de Miu Miu con lo más obvio: la ropa. El look parte del cliché: la jovencita seductora. Una moderna Lolita, tema que hemos visto en las pasarelas una y otra vez encarnado por personalidades como Kate Moss y propuesto por Chanel, Michael Kors y Lacoste.

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Miuccia Prada acepta el reto de contestar su pregunta con un cliché que ha invadido la cultura contemporánea: desde las estrellas de Disney Channel hasta la industria pornográfica –pasando por Britney en su años mozos, cómo no- han apostado por esa imagen y les ha resultado. O no me digan que esa individua llamada Miley Cyrus no vende esa imagen con sus diecisiete años, sus tops ombligueros y sus faldas preocupantemente cortas.

Pero en Miu Miu esto es una referencia cruzada. Salvo Tavi (la blogger superestrella de trece años), ninguna adolescente realmente ingenua se vestiría con esto. Ni en un millón de años. Simplemente son prendas que acentúan las características que ella pasaría por alto: son vestidos de cuello alto pero con transparencias, lentejuelas estratégicamente colocadas y retazos de tela que cubren las zonas que distinguen a una mujer de un hombre. Es sólo un disfraz.

En la entrada anterior mencioné brevemente que los 60 popularizaron la idea de que las mujeres (y hombres) se vistieran como niños con las rayas marineras, las batitas y los shorts. Esa idea resurgió la década pasada con la juventud como una virtud. Aún hoy alguien es atractivo por vivir “la estúpida belleza de los veinte años” como decía un profesor en la escuela.

Las prendas de Miu Miu acentúan esa estúpida belleza. Vestidos de colegiala aderezados por estampados de perritos, pajaritos, gatitos y algo inquietante: mujeres desnudas.

Las mujeres desnudas son una muestra de que la inocencia en el discurso de Miu Miu es relativa. Es sólo una apariencia y uno no se debe fiar de las apariencias porque son engañosas, ¿no?

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En el desfile hubo una presencia aparentemente inconexa: el filme de terror Cat People, en el que una mujer y una pantera pueden o no ser la misma entidad.

Cat People se puede analizar por sí sola. Es un filme de terror en el que la sexualidad reprimida del personaje y sus celos toman la forma de un felino de gran tamaño y un gusto por la sangre humana, y la duda de la audiencia, porque la metamorfosis nunca se muestra.

La versión de 1982 puede librarse de la censura y establecer una relación más directa con el sexo y la mujer pantera, que se transforma ante nuestros ojos. No he visto ninguno de los dos filmes, pero me interesa más el primero (así que ya saben qué regalarme para mi cumpleaños).

La referencia a Cat People está presente en muchos aspectos. No sólo son los estampados donde la pantera feroz está reducida a ser un gatito inocente, sino en la música, cortesía del gran DJ Fréderic Sánchez, quien ha trabajado con Prada desde hace un tiempo.

David Bowie le da un tono siniestro al desfile. Podemos identificar un desfile de Miuccia Prada cuando éste tiene un aire siniestro difícil de ahuyentar. Salvo excepciones, la oscuridad en las colecciones de Prada y Miu Miu es discreta pero persistente.

En este caso se combina con el misterio del salón donde se exhibe el desfile, en París. Las luces bajas y los decorados antiguos se funden bien con la música y el tema.

Giorgio Moroder es la referencia abierta a la sexualidad. El ritmo de la música, como lo mencioné en otro post hace no mucho invita a un ambiente más íntimo y propicio a lo sensual. Ya ni les menciono los susurros de Moroder: escuchen la canción entera y convénzanse.

Los zapatos de tacón ancho pueden ser una referencia al filme original (recuerden que en los cuarenta los tacones de aguja no se habían inventado aún), pero también hacen referencia a los zapatos Mary Jane. Un zapato descubierto con una traba en el empeine, que anteriormente era exclusivo de las niñas y ahora es fetichizado por marcas como Prada e Yves Saint Laurent.

Al respecto de la colección, un amigo me sugirió que el maquillaje y el pelo están inspirados en Vírgenes Suicidas de Sofia Coppola, esa historia trágica sobre unas jóvenes condenadas por su propia inocencia.

Dudo que Pat McGrath (maquillista) y Guido Palau (peinador) evocaran la estética del filme con el pelo y un maquillaje muy discreto. Esto puede ser una muestra de cómo se busca reforzar el mensaje en todos los sentidos.

Los peinados no se parecen del todo a los de la película de Coppola. Pero el pelo por sí sólo simboliza algo: cuando está suelto y alborotado simboliza la libertad sexual. No necesito explicarles por qué.

Las trenzas y el pelo apretado son un indicador de la represión sexual. De nuevo, una contradicción: el pelo en Miu Miu es una larga trenza hilada como al descuido.

Respecto a la campaña, creo que es el refuerzo final. El problema con el discurso de una colección es simple: se diluye en las campañas publicitarias. En esta ocasión, Miu Miu se salva de esto.

La imagen es Lindsey Wixson y su presencia no es fortuita. Es una chica de 15 años, tranquila e inocente, vestida, con el pelo lacio, sin mayores elementos mas que ella y las prendas.

Muchos de ustedes criticaron el uso del Photoshop para alargar las piernas de Lindsey. Yo creo que no es muy apropiado, aunque acentúa el mensaje: son unas piernas muy delgadas, como de niña, pero con una longitud perfecta para el concepto de belleza actual.

Las piernas son una zona erógena por excelencia. Las faldas ultracortas ya no son un escándalo ahora, ni en las niñas. Pero las extremidades inferiores siguen siendo poderosas. Realzan la figura más “imperfecta” (según los criterios de alguien como el tío Karl, por supuesto) y el sex appeal se multiplica con una falda y unas sandalias de tacón.

La inocencia y juventud de Miu Miu son perfectas para el mundo actual en el que ser joven es una virtud y la inocencia ideal es un mero disfraz. Retomo el ejemplo de Miley Cyrus como la adolescente que se viste con ropa cortísima y canta melodías bobas.

 

Otro amigo me sugería que la respuesta de Miuccia Prada es altamente irónica. Es probable que tenga razón. Pero creó una colección impactante, con un concepto profundo y símbolos por doquier. ¿Creen que el mensaje de la colección fue exitoso?

lunes, 5 de abril de 2010

Estilos fenomenales de la Historia parte 2: Los Años 60

Bien, perdonen la tardanza por este post, pero como pueden ver es largo, incluso para mis estándares. Me fue imposible escribirlo de una sentada, en parte porque avancé en mi tesis y ahora tengo correcciones qué hacerle. Por eso he estado ausente de la blogósfera.

Con motivo de mis dos años, quería que este post fuera magnífico, algo así como las joyas de la corona del blog. Espero haberlo logrado y cerrar de una manera respetable estos festejos de aniversario. Como es un post sustancioso y merece digestión -tengo además las correcciones pendientes- me retiraré una semana más de la blogósfera, ¿vale?

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Dior, Resort 2008

Siempre he dicho que los 60 fueron la mejor década del siglo XX. Me encanta que le llamen "la década prodigiosa" porque en realidad lo fue. No sólo por el cambio social, la moda y los avances tecnológicos sino por muchas cosas más. Piensen que muchas cosas seguirían siendo como en 1900 (sobre todo en lo social) si las semillas no hubieran florecido en el periodo 1961-1970.

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(Giambattista Valli, otoño 2010)

Yo sé que muchos piensan que los 60 sólo son los hippies y las minifaldas pero no pueden estar más equivocados, puesto que la década tuvo muchas, muchas caras. Si bien se siguió una línea (la ausencia de curvas) ésta se fue refrescando en los diversos estilos e imitaciones a diseñadores. Por ejemplo, el filme Bonnie y Clyde fue un parteaguas para la moda -ligeramente- conservadora de finales de época. Las faldas rectas, las chaquetas cortas e incluso las boinas se volvieron a utilizar en las mujeres que no querían ser demasiado vanguardistas pero no querían verse fosilizadas en la verdadera década del cambio.

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Conjunto de día de principios de los 60

El maquillaje de la época llegó a límites insospechados. Durante toda la década se usó el delineador negro para acentuar la mirada. Desde el principio, una línea discretamente extendida más allá del párpado superior era un acento para los ojos. Sin embargo, aún arrastraba la tradición de los cincuenta en que las mujeres se embadurnaban de maquillaje.

Conforme la década evolucionó, el maquillaje se volvió más discreto y a única extravagancia permitida era con los ojos. La sombra verde se volvió un must have de la época, así como las pestañas postizas. Uno de los indicadores de gran belleza era la presencia de ojos grandes y expresivos.  La sombra verde y pestañas kilométricas sobre un cutis bronceado y nada más. Los bronceados, tan populares en los últimos 60 y toda la década de los 70, se daban exponiéndose largas horas al sol. Ahora eso es impensable, ¿no?

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(La hermosísima Marisa Berenson y una propuesta de maquillaje para finales de la década)

La década de los 60 fue la década del pelo lacio y de los peinados enormes. Ahí radica gran parte de su encanto: los peinados lograron una altura (y en algunos casos, circunferencia) que no había sido vista desde principios de siglo. Al principio, los maravillosos recogidos (conocidos por aquí como "peinados de cubeta") y el pelo volumizado después de horas de cardarlo y ponerle laca eran la regla. A medida que la moda se volvió más relajada, el pelo fue perdiendo volumen hasta que el pelo lacio en varios estilos se impuso.

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(Brigitte Bardot, fantasía erótica de los 50 y 60, con un recogido más desenfadado)

Al principio, los recogidos eran laboriosos y requerían de postizos, rulos y unas secadoras en el pelo para después cardarlo y bañarlo en laca. El chongo (o moño, pues) podía tardar varios minutos y duraba un par de días. Si no ubican, piensen en los peinados de las geishas. El proceso para crearlos es idéntico. La diferencia es que estos peinados sesenteros tenían una mayor libertad: podían ser una esfera perfecta o tener mechones despeinados por aquí y por allá e incluso algunos rizos. Los de las geishas son dos o tres medias esferas de pelo totalmente lacio superpuestas.

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(Un peinado de inspiración sesentera en Prada: primavera 2009)

El estilo más conservador en el pelo consistió del largo a los hombros y cardado de modo que parecía un casco protegiendo la cabeza de la mujer en cuestión. Los rizos eran opcionales aunque usualmente se prefería el pelo lacio. El crepé fue un estilo favorito de las señoras de la época y de mujeres aseñoradas. Si se fijan, algunas mujeres que fueron jóvenes en la época siguen peinándose así, pero con variaciones adaptadas a la época.

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(Peinado y lentes de la época en un contexto más sensual. Campaña de Tom Ford, creo)

Después los peinados sueltos y con algún fleco se popularizaron y la rigidez se fue abandonando poco a poco: los peinados se volvieron menos caprichosos y elaborados, porque la juventud era impaciente y ya no podía esperar una hora en el salón de belleza. Algunas se cortaban el pelo con ese peinado horrible de Vidal Sassoon, un peinado con forma de champiñón, muy popular entre la juventud sesentera. Incluso, para finales de la década, el pelo a lo afro se empezó a usar en las personas de raza negra como una muestra de orgullo racial. Para la década siguiente el afro se usó en todos lados.

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(Dior, otoño 2008 y un hermoso crepé de proporciones épicas… alcanzadas en los primeros sesenta)

Sigamos con los recogidos, pues. Todos sabemos cómo se animó la gente a usarlos. De hecho, todos relacionamos la elegancia atemporal y el encanto de los sesenta con una persona. Más bien, una persona representando un personaje. Obviamente me refiero a Holly Golightly, también conocida como Audrey Hepburn.

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El filme de 1961 ha trascendido el tiempo, el espacio y la vida misma de Audrey Hepburn. Para muchos ella es un ícono, alguien que estará para siempre usando un vestido negro de Givenchy y fumando con una boquilla. Y es inimitable: por más que intenten vestirse y peinarse igual, nunca podrán verse idénticas. Cuestión de la elegancia natural de la Hepburn.

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(Audrey Hepburn por Richard Avedon)

Audrey Hepburn compartió el título de la mujer más elegante de la década con Jacqueline Kennedy. En este blog no somos fans de Jackie O porque nos ha parecido algo malvada y antipática. Pero para qué extendernos con alguien que no nos cae muy bien: seamos breves.

Jackie Kennedy se volvió Primera Dama a finales de 1960 y de inmediato fue el modelo a seguir por muchas mujeres estadounidenses y algunas otras en el mundo. Ella lanzaba las modas, como el sombrero pillbox, una pieza de fieltro semicilíndrico en forma de pastillero. Un objeto decorativo más que funcional.

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En la era Kennedy, el árbitro de las modas (es decir, la Primera Dama) decidió romper con las líneas recargadas de los cincuenta y aventurarse con nuevas siluetas. Buscaba una nueva sobriedad, líneas rectas y un estilo de lujo muy discreto. La ostentación venía en los pequeños detalles como los cuellos de leopardo (recuerden que en los sesenta era aún políticamente correcto usar pieles) o los pequeños broches llenos de diamantes de incalculable valor combinados con algunas otras piedras como turquesas o esmeraldas. Curiosamente, Audrey Hepburn y Hubert de Givenchy estaban haciendo lo mismo por su cuenta mediante nuevos cortes y materiales.

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Sin embargo, los primeros sesenta continuaron con la tradición de muchos estilos de los cincuenta. En la foto bajo este párrafo podrán ver vestidos de coctel de 1961. La única diferencia es que el pelo se llevaba recogido y las crinolinas comenzaban a perder amplitud. A mediados de los sesenta la moda comenzó a cobrar vida propia. A partir de ese momento nada pudo detenerla, ni siquiera la serie de revoluciones sociales o la guerra.

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Revoluciones existieron por montones. La gente en el mundo comenzó a sentirse incómoda con la situación que estaba viviendo. Algunos países lograron su tan ansiada libertad (el proceso de descolonización en África es un ejemplo), otros la recuperaron brevemente, como Checoslovaquia en 1968. Otras regiones no se independizaron, pero cambiaron la estructura de la sociedad desde adentro. Hasta la iglesia católica cambió, con el Concilio Vaticano II de 1962-1965 (ya que lo mencionamos, deben saber que sin este concilio, las mujeres seguirán entrando con la cabeza tapada a la iglesia y las misas seguirían siendo en latín, entre muchas otras cosas).

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(Un look “razonable” para ir a la iglesia en la época: Prada, otoño 2010)

Las revoluciones fueron impulsadas por jóvenes. Por desgracia, no todas triunfaron y dejaron cicatrices profundas, como lo ocurrido en México antes de las Olimpiadas de 1968. Las protestas que triunfaron fueron las que se enfocaron a un sólo aspecto. Los derechos de la mujer y la igualdad racial son un ejemplo. Algunos movimientos sólo sentaron las bases para que se lucharan por ellos posteriormente. Si la gente no se hubiera levantado en contra de tal o cual injusticia social en los sesenta, las cosas serían muy diferentes hoy.

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(El traje de los 60 reinventado por Galliano: Dior Haute Couture, primavera 2008)

A principios de la década se adivinaba que algo iba a pasar pero aún no se sabía qué. Había un aire de optimismo, opacado de vez en cuando por la Guerra Fría. Después de la Segunda Guerra Mundial, la economía se recuperó asombrosamente. El consumo se acrecentó y eso dio la oportunidad de que las modas cambiaran con rapidez y se experimentara. Había mucho dinero en juego y lo seguiría habiendo hasta 1974, con la crisis de los combustibles.

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Elvis y Priscilla Presley se casan en una ceremonia muy fastuosa. Noten el corte recto del vestido, el peinado lleno de volumen y el maquillaje)

La moda de los primeros sesenta seguía siendo aseñorada: las prendas marcaban la cintura y requerían un cuerpo plenamente desarrollado para poder lucirlas. Los peinados eran rígidos, el maquillaje pesado. Los estampados, más que ser divertidos, eran conservadores. Pero hay que hacer un par de comentarios a esto: la ropa de principios de los 60 tiene mucho encanto, porque estaba rompiendo poco a poco con el modelo de belleza y elegancia de la década anterior. Esa ruptura sería explotada al máximo al terminar la década.

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Fotograma de An Education. La película se apega perfectamente a la moda de 1961

Los primeros sesenta fueron la década de los abrigos de lana de grandes botones, las faldas rectas o de ligera caída, de las mangas tres cuartos y la despedida de los sombreros como accesorios necesarios. Después de los primeros sesenta, los sombreros quedarían excluidos de la vida diaria en las ciudades para siempre. Vaya, un hombre o una mujer no necesitarían volver a demostrar su decencia y educación al portar un sombrero después de los años sesenta.

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Del otro lado del Altántico, la burguesía había tomado como protegidos a dos diseñadores que tomarían el mundo por asalto a finales de la década: Emilio Pucci y Ottavio Missoni. Pucci era un marqués que tuvo la brillante idea de llenar de color la ropa deportiva. Primero las prendas para esquiar, luego los vestidos de verano. Personajes como Jacqueline Kennedy, la gran Diana Vreeland (se merece un post para ella sola pero en éste le dedicaremos algunos párrafos) y Marilyn Monroe se obsesionaron con sus diseños a principios de la década. Después, las chicas jóvenes de todo el mundo enloquecían por sus estampados.

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Por su parte, Ottavio Missoni era un poco más discreto: se especializó en tejidos con estampados geométricos. Sus diseños gustaron y los estampados geométricos se usaron en chicas a la moda así como hippies y personas de espíritu libre. Como los diseños de Missoni apelaban más a la comodidad que al glamour, gustaron de inmediato en ciertos mercados.

Diana Ross and the Supremes at the height of their popularity in 1968.

Las Supremes en la era de los estampados

Marilyn Monroe murió en 1962 y con ella se fue una era. El estereotipo de belleza que la Monroe representaba se fue con ella. Ojo: no estoy diciendo que ella fuera fea o grotesca. ¡Faltaría más! Marilyn era hermosa e inimitable. Pero con su desaparición, muchas cosas comenzaron a cambiar. Las curvas comenzaron a pasar de moda poco a poco, hasta que se vieron francamente mal. Los estilos ceñidos que marcaban las formas femeninas se fueron abandonando hasta olvidarse por completo. Incluso la lencería cambió para adaptarse a los nuevos vestidos sueltos y cortos. Las medias con liguero cayeron en desuso para siempre y los brassieres se volvieron más cortos y más cómodos, la incomodidad se fue eliminando en el aspecto más íntimo.

(Dolce & Gabbana, otoño 2005)

Los vestidos de noche cambiaron mucho. Al inicio de la década se podían ver algunos trajes de baile en forma "cola de pavorreal", corte introducido por Balenciaga pero que nunca tuvo demasiada popularidad (pongo debajo uno reinterpretado por John Galliano). Otros tantos seguían imitando los diseños de los años cincuenta pero con una menor profusión de detalles.

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(Dior Haute Couture, primavera 2008)

Sin embargo, la influencia de Desayuno en Tiffany's caló hondo: Los vestidos elegantes de los 60 abrazaron el estilo columna. Vestidos totalmente rectos con escotes discretos, cuello halter  Algunos fueron vestidos trapecio hasta los tobillos. Pero la silueta columna para la noche fue ampliamente imitada porque alargaba la figura y escondía las curvas. Además de esto, en la década de la comodidad era regla que los vestidos de gala llegaran al tobillo. De este modo se simplificaba la vida de las mujeres y se exponían menos a accidentes.

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(Chloé, primavera 2007)

Hacia el final de la década causaron furor dos estilos: para las conservadoras, el corte imperio, una variación larga del vestido baby doll (el cual mencionaremos un poco más abajo) pero con una cierta rigidez conservadora en la falda con un ligero corte de campana. En la foto de abajo podrán ver a Demi Moore en la (grandiosa) película Bobby con un vestido de la época (1968) y un complicado pero hermoso peinado consistente en gajos de pelo cubiertos de laca. Este peinado fue usado por algunas a mediados y finales de los sesenta como una variación más desenfadada de los recogidos de principios de la década.

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Para las mujeres de mente más abierta estaba el caftán, esa prenda que facilitaba el movimiento y daba vivacidad a su usuaria con los estampados de inspiración oriental. La influencia de la moda folclórica hizo que se usaran por un tiempo conjuntos de túnica y pantalón para la noche y se vieran como algo "novedoso". Oh, porque los sesenta fueron la década de la túnica.

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Una de las múltiples prendas introducidas en la década era el vestido babydoll. El corte era suelto, con la falda corta y amplia y un escote cuadrado o redondo. A cierta distancia parecía un vestido de niña y algunas chicas acentuaban ese parecido al usarlo con blusas llenas de encajes y volantes.

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Fue muy popular y afianzó la moda de ocultar las curvas y hacer parecer a la juventud más joven de lo que era. Por las calles se comenzaron a ver niños de kinder con zapatos planos. Oh, porque los stilettos de los años 50 pasaron de moda desde principios de la década. Los tacones bajos se usaron para alivio de algunas mujeres y las puntas italianas (triangulares, pues) no se usaron hasta décadas después. El zapato que diseñó Roger Vivier para Belle de Jour (punta cuadrada, hebilla, tacón grueso de unos cuantos centímetros de alto) causó sensación porque era cómodo y elegante. Las botas a la rodilla tenían un tacón grueso. Fue una década de comodidad.

 

(Dolce & Gabbana otoño 2005)

Cristóbal Balenciaga ideó gran parte de las modas de los sesenta. Jugó con la proporción, los cortes y hasta los colores una década antes. Muchos diseñadores se limitaron a popularizar los estilos de Balenciaga. Un ejemplo son las líneas sobrias de principios de los sesenta. O las mangas tres cuartos, que se fueron el epítome de la elegancia a principios y mediados de la década.

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Un Balenciaga original de la época

Podemos enumerar los estilos, pero eso se volvería tedioso. Más bien resumamos: la sobriedad, el corte trapecio y la silueta cuadrada fueron algunos de los cortes que Balenciaga propuso y fueron usados con poco entusiasmo en los cincuenta. Sin embargo, a la década siguiente se posicionaron en el público, gracias al triple esfuerzo de Oleg Cassini (via Jackie O), Audrey y Givenchy. Esto aumentó la reputación de Balenciaga como visionario y maestro de los modistos.

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Balenciaga by Ghesquiere, otoño 2006

Hablemos, pues, de Diana Vreeland, la INIGUALABLE editora de Vogue en los años sesenta. Vreeland, quien fue una mujer fabulosa, era combinación entre frivolidad e inteligencia, entre practicidad y elegancia, entre vanguardia y conservadurismo. Trabajó mucho tiempo en Harper's Bazaar pero nunca alcanzó el éxito que merecía. Es más, ni el sueldo que merecía.

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Cansada de esa situación, en 1963 aceptó la oferta de Vogue como editora en jefe. Entonces, desde la revista se dedicó a alimentar los sueños del público interesado en la moda. Sueños que trascendieron la década e incluso el siglo, porque durante "la administración Vreeland" se crearon algunas de las editoriales más impactantes en el revista.

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Vreeland apoyó fervientemente la cultura juvenil de los sesenta. No le espantaba el hecho de que los colores comenzaran a saturarse ni las faldas a acortarse. Tenía a su servicio fotógrafos tan grandes como Richard Avedon y David Bailey y los mandó a locaciones exóticas con modelos tan impactantes como Veruschka y Marisa Berenson.

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En conjunto, revivió una revista algo avejentada y apoyó el desarrollo de varias modas; su trabajo no sería superado ni con la llegada de Anna Wintour (quien ha hecho mucho por la publicación pero en muchos otros sentidos pero tiene estándares distintos a los de Vreeland).

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Diana Vreeland fue despedida de Vogue en 1971 y con ella se fue una era. Las cosas cammbiaron y la revista perdió la frescura que tenía, convirtiéndose en una revista seria y aburrida para lectoras emancipadas y ejecutivas. Durante 18 años siguió así hasta la llegada de Wintour.

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(A Diana Vreeland le hubiera fascinado. Dior Haute Couture, primavera 2008)

Evidentemente, uno de los eventos más recordados de los sesenta es la popularización de la minifalda. No se había presentado nada igual hasta entonces. Piénsenlo bien, en una época en la que se estaban liberando de la rigidez social, la minifalda fue un triunfo masivo. No se trató de enseñar los muslos, sino de emanciparse.

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Gucci, primavera 2007

Hasta ahora no se sabe a ciencia cierta quién inventó la minifalda. Durante la década André Courreges y Mary Quant se pelearon por su autoría e insinuaban que el otro les había plagiado. Da exactamente lo mismo porque Courreges la lanzó a las clases altas mientras que Quant la volvió un objeto del deseo en la clase trabajadora.

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Chloé, primavera 2007

Mary Quant tuvo una boutique en Londres, Bazaar. Desde esa pequeña tienda lanzó gran parte de las modas juveniles a mediados y finales de los sesenta. Primero la minifalda, luego las botas de vinil blanco, y por último el look abuelita (faldas largas, chales, cárdigans, etc). En la foto de abajo pueden ver a Mary Quant, a la derecha, junto con algunas de las modas que lanzó.

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Y ya que entramos con Mary Quant, debemos entrar con la cultura juvenil londinense. Ser joven en los sesenta nunca fue más deseado. La gente de mi edad tenía una opción antes de los 50 y 60: formar una familia. Mantenerla posteriormente y tener un montón de hijos. Si uno era pobre, trabajar en una fábrica hasta que el cuerpo se cayera a pedazos. Si era clasemediero, trabajar como un loco para pagar las comodidades de la vida moderna (el Chevrolet, la lavadora, la televisión, las crinolinas de la esposa). Si era rico y famoso, trabajar ocasionalmente, divertirse mucho y vivir en medio del lujo con la esposa y la amante de turno.

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(Jean Shrimpton, ícono de la juventud londinense)

En los sesenta esto seguía pasando (es más, sigue pasando ahora mismo) pero llegamos a un momento en el que los jóvenes decidieron prolongar su niñez antes de entrar al proceso inevitable de casarse y formar una familia. Apareció otra opción en el panorama: divertirse gracias al dinero ganado con trabajo/fortuna familiar.

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Veruschka por Richard Avedon

Alguien de mi edad podía trabajar de 9 a 5 en... digamos, una agencia de autos. Después de las 5 podía vivir su vida comprando en Carnaby Street, tomándose unas cervezas en Piccadilly Circus y asistiendo a fiestas de fotógrafos, artistas, cantantes y modelos incipientes. Al día siguiente, retomaba su trabajo. El dinero les dio la libertad de hacer lo que quisieran.

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La juventud neoyorquina circa 1969

Los jóvenes de los sesenta se posicionaron en buenos círculos y se fueron mezclando entre ellos sin importar su origen obrero o aristocrático. Más que eso, lo único que importaba era estar en sintonía con lo que oían y veían todos. En ese contexto surgieron algunos íconos como Edie Sedgwick en NY y Twiggy en Londres.

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Twiggy merece un post para ella sola porque es un ícono sólo por existir en el momento y lugar adecuados. Eso y además tenía una apariencia que nadie había visto antes y por coincidencia se parecía al ideal de la época. ¿O se imaginan a Twiggy viviendo en 1900? Hubiera sido fea como una prenda de Jeremy Scott.

Twiggy sentó las bases para que alguien como Kate Moss triunfara veinte años después. La muchacha clasemediera flaca como una espiga era algo muy raro en ese momento. Las modelos de ese entonces eran chicas con un pasado aristocrático y con suficiente carne en sus cuerpos como para tener un aspecto saludable.

Con Leslie Hornby (es decir, Twiggy) eso no pasaba. Su papá era carpintero y su mamá obrera y ama de casa. Viviendo en un barrio de clase trabajadora vivía una vida normal. Aclaremos que, aunque muchas chicas se mataban de hambre para estar delgadas como Twiggy, ella en realidad no hacía dieta alguna. Si la ven ahora, pueden constatar su delgadez extrema.

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Aunque no lo crean, este ícono con I mayúscula entró en el modelaje por mera casualidad: se fue a cortar el pelo a un salón caro y el dueño la escogió para modelar. De ahí la gente enloqueció con Twiggy, su delgadez y esos ojos que le cubrían media cara. Con decirles que apareció en la portada de Vogue tres veces en un año.

Que yo sepa, Twiggy nunca desfiló, sólo posaba para las editoriales. Pero aún hoy ella es tan fotogénica que la cámara simplemente la adoraba. Fotógrafos como Richard Avedon tomaron fotos memorables de Twiggy y eso no hizo mas que popularizarla más. Además, ella y su estilo personal causaron sensación en las jóvenes de la época.

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Twiggy+Richard Avedon+Diana Vreeland+Vogue= Una imagen icónica

No era para menos: Twiggy tenía unas pestañas enormes (creaba el efecto pintándose con delineador bajo las pestañas), el pelo partido del lado y un maquillaje casi completamente natural. Se vestía con vestidos babydoll y ellos la hacían parecer una niña de kinder brincoteando por ahí. Cualquiera podía pintarse y vestirse como Twiggy pero sin lograr imitarla del todo.

Al final, la obsesión por el look Twiggy resultó pesada para la modelo y se retiró para dedicarse a otras cosas. Hasta ahora sigue siendo recordara e imitada con un éxito relativo. Mientras Twiggy y las chicas a la moda se vestían igual, las chicas fascinadas por el rock comenzaron a irse por un rumbo más étnico: pasaron de lo nativo americano al look marroquí, popularizado por la bacanal de Marrakesh y Talitha Getty.

(Etro, otoño 2009, inspirado en el estilo de Talitha Getty)

Getty (quien se ha unido a mi lista de amores platónicos) era una actriz que nunca actuó de verdad. Se casó con un Getty (de la familia dueña de pozos patroleros, pinturas y actualmente de casi todas las imágenes que circulan por internet) y con el dinero de él vivieron una vida de ensueño en un castillo marroquí. Getty tenía un estilo precioso y fue elogiada por personas como Diana Vreeland, quien mandó hacer una sesión para Vogue.

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(Talitha y Paul Getty para Vogue en 1969)

Getty fue de las primeras personas (junto con Brian Jones de los Rolling Stones, Edie Segdwick, Jimi Hendrix y Janis Joplin) en descubrir que el fiestear y drogarse (con drogas duras, además) sin control trae graves consecuencias y en 1971 una sobredosis de heroína la mató. Es recordada en algunos círculos por ser la primera mujer hippie chic. Y para serles sinceros, su estilo era extraordinario,

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(Talitha Getty demostrándonos su gran estilo)

La moda masculina sólo cambió con los hippies y los mods. De hecho, el look de los sesenta fue más o menos el que fueron manejando los Beatles a medida que evolucionaban musicalmente. El look de los Beatles en el show de Ed Sullivan nos puede parecer algo ñoño ahora, pero era el epítome de la elegancia entre los recién formados mods en Inglaterra. La ácida interpretación de los uniformes militares es cortesía de la locura por lo vintage en Carnaby Street. La apariencia desarreglada en Let It Be es un ejemplo perfecto del look hippie. Creo que no se puede resumir mejor la moda masculina.

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Mencionemos las corrientes, salvo la hippie (porque todos la conocen al dedillo y es parte del imaginario popular): Los mods surgieron en Inglaterra como una clase media elegante y obsesionada con la moda (y los zapatos italianos), las Vespa y los pantalones entubados. Las chicas mod comenzaron a usar los vestidos cortos en chillantes colores y mallas. Básicamente eran una encantadora subcultura obsesionada con la juventud y el consumo. Nada que no hayamos visto antes.

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Los precursores de los hippies comenzaban a experimentar con LSD y, por consiguiente, desarrollaron un gusto más ácido que el de los demás. Colores chillones y prendas extravagantes, derivadas de los uniformes militares del siglo XIX. Se dejaron crecer el pelo y la barba y buscaban locamente en tiendas vintage como I Was Lord Kitchener's Valet, una tienda especializada en uniformes militares antiguos. Esta corriente fue puramente masculina, debo decir.

Cuando un chico quería verse elegante sin verse escandaloso, podía recurrir a la ropa juvenil de la época en colores oscuros, como David Bailey. En la foto que vemos más abajo sale junto con Jean Shrimpton, y ambos se ven como jóvenes a la moda sin perder la cabeza por las tendencias del momento. Otra cosa: no crean que las modas espaciales o muy extravagantes pegaron de verdad. Fueron una mera curiosidad y se usaron versiones muy diluidas de ellas.

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Ahora bien, Cary Grant era el modelo a seguir de un hombre adulto elegante. Los trajes de dos botones perfectamente planchados, las camisas inmaculadas y hechas a la medida y el pelo con raya lateral causaban fascinación en los hombres que deseaban verse elegantes. Marcello Mastroianni y su guardarropa (como para asesinar por él, aún hoy) nunca se vieron mejor, así como Sean Connery y los smokings que usaba cuando encarnaba a James Bond. El hombre elegante era un híbrido de ellos tres.

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(Y aún ahora, cuarentaypico años después, es elegantísimo ese estilo)

En las escuelas, la rigidez era igual que en décadas anteriores, una falda a la rodilla era la norma. Los jeans se usaban para actividades como pintar la casa o lavar la ropa, nunca para ocasiones formales o semiformales. Con el advenimiento del hippismo, los jeans conquistaron el mercado para siempre. Pero en los colegios el tiempo seguía detenido, las señoritas seguían buscando la decencia y un buen marido y los chicos no podían fiestear hasta las diez de la noche.

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Una chica que sí podía fiestear después de las diez: Jane Birkin

Las adolescentes se peinaban con uno de los estilos más característicos de la época: las diademas. Intenten llevar una: es más práctica para los días de calor y, si usan una banda elástica, podrán usarla todo el día sin que les cause jaqueca. El pelo con un poco de volumen era la clave para la comodidad.

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Chloé, primavera 2007

Al final el sistema de las modas colapsó en 1969. Simplemente se lanzaron demasiados estilos en muy poco tiempo. Hoy en día eso es común y no pasa nada porque las convenciones sociales son más flexibles que hace cuarenta años. Pero a finales de los sesenta "la última moda" cambiaba cada dos meses. Justo como ahora, con las colecciones cápsula y las pretemporadas. Pero como dije, el contexto era diferente. En ese momento la gente comenzó a desconfiar de la industria de la moda y, con la libertad de los movimientos sociales, muchos optaron por vestir su propio estilo y abandonar las sugerencias de la industria.

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Dior Haute Couture, primavera 2008

Si esa crisis no hubiera sucedido, quizá seguiría poco apropiado que una señorita decente saliera a la calle sin medias o guantes o no hubiera habido un boom de la ropa deportiva y se podría decir entonces que todos seguíamos los dictados de la moda. Toda esta confusión del consumidor sentó las bases del verdadero estilo personal.

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De la realidad a la fantasía: Un diseño circa 1962

En el aspecto social, el optimismo que reinó por toda la década comenzaba a disiparse poco a poco en 1969. La fiesta que habían sido los sesenta estaba oscureciéndose por las represalias de grupos conservadores, la guerra de Vietnam y la angustia existencial de muchos que no querían vivir su vida yendo de compras y fiesteando. Todo eso explotó de distintas formas en los setenta. Aún así, la fiesta no se acabó en algunos sectores hasta bien entrados los ochenta.

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Dior, Resort 2008

Los sesenta nunca han regresado del todo. A principios de los 90 se intentaron traer de vuelta los peinados y algunos toques de la era espacial con un cierto éxito mientras que en las calles la moda grunge estaba a todo lo que daba. Las supermodelos como Christy Turlington, Claudia Schiffer y la ahora Primera Dama de Francia traían el pelo cortado con flecos como en los sesenta y con unos chongos muy estilizados cuando eran las musas de Karl Lagerfeld. Pero no acabó de pegar esa moda.

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Balenciaga, otoño 2006

En 2007 se trajeron de vuelta los vestidos babydoll y los flats (que son realmente propiedad de Audrey Hepburn en los cincuenta). El vestido babydoll se vio en todos lados y los flats aún se usan pero el estilo años 60 no acabó de pegar. Ahora muchas colecciones de otoño se inspiran en los primeros 60. Esperemos que esta vez regresen del todo porque fue una década fascinante en todos sus aspectos.